miércoles, 2 de mayo de 2012


ENSAYO SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS EN CHINA
Por Vicen Sancho Galdón
En el presente ensayo pretendo plasmar y constatar un bien común, sin distinción de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua o cualquier otra condición: estos son los “Derechos Humanos Universales”, que los seres humanos que vivimos en el planeta debemos respetar y hacer notar. Pero al mismo tiempo mi pretensión se inclina hacia un pozo sin fondo, a un precipicio que seguramente sólo está en manos de unos pocos el poder salvar, y de muchos el de defender; aunque para esos pocos, sobre todo dirigentes de algunos países resulte una idea inalcanzable; me refiero a los Derechos Humanos en China. Aunque, sé que resulta muy difícil defender y promocionar los derechos humanos partiendo de un caso concreto; pero corre de nuestra parte, por el medio que sea, impedir la limitación y censura de éstos en cualquier lugar y ámbito. Como dijo Kofi Annan (séptimo Secretario General de las Naciones Unidas y premio Nobel de la Paz 2001): 
“Los derechos humanos son sus derechos. Tómenlos. Defiéndanlos. Promuévanlos. Entiéndanlos e insistan en ellos. Nútranlos y enriquézcanlos... Son lo mejor de nosotros. Denles vida”.
No obstante, puede ocurrir que las manifestaciones generales a veces sólo permanezcan como antecedentes difíciles de aplicar. Por tanto, diría que es una necesidad además de una manera de accionar nuestros pensamientos y deseos, tratar el tema que me ocupa de manera específica. Esta acción basada en la teoría es la única forma de llevar a cabo estos bienes de manera un tanto seria. Simplemente por la ética que llevamos dentro nos vemos obligados a progresar en nuestra sociedad, cada vez más plural; y a respetar la dignidad del prójimo, así como su calidad de ser humano.
En el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948; observamos la importante consideración a la libertad, a la justicia y a la paz en el mundo reconociendo la dignidad intrínseca de los derechos iguales; la consideración a la conciencia de la humanidad así como su temor y miseria, a la libertad de palabra y de creencias; la consideración a que los Derechos Humanos sean protegidos por un régimen de Derecho con el fin de preservar al ser humano de la tiraría y la opresión, entre otros.
Pues bien, esta declaración consta de treinta artículos que implican derechos y deberes con respecto a todos los ciudadanos; entre el que cabe mencionar por su contenido y por la relación que guarda con el tema central que nos ocupa, el artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Si además añadimos que los Estados deben favorecer el disfrute de los Derechos Humanos y no de limitarlos, debo entender que, por el contrario deben facilitar el aprovechamiento de éstos.
En un país como China se está viviendo una importante violación de los Derechos Humanos. Y el ejemplo más claro y reciente es la concesión del Premio Nobel de la Paz al profesor de literatura y escritor de 55 años Liu Xiaobo; hecho que ha trascendido alrededor del mundo como si de un huracán se tratara. Debido al régimen político vivido actualmente en China, cualquier ciudadano que pretenda luchar a favor de la democracia o simplemente haga públicas sus opiniones acerca de ésta es, automáticamente encarcelado. Como le pasó a este escritor y a otros ciudadanos chinos, que después de una lucha tenaz en pro de los derechos humanos de este país asiático fueron finalmente encarcelados.
Estos ciudadanos reivindican unos ideales a favor de la democracia, defienden la libertad y desean una apertura hacia el mundo, una visión más allá de las extensas fronteras de China.
La República Popular China, un país fundado por el Partido Comunista de China, que ha sido y será el dirigente del pueblo chino. Vive una dictadura democrática popular concentrada en el Estado, dirigida por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina. Esta dictadura democrática popular es, en definitiva, la dictadura del proletariado; es decir, la clase obrera es la clase dirigente del Estado, y la clase campesina es un aliado de la clase obrera; por lo que es también una clase dirigente del Estado. Estos principios de la política china forman parte de las principales estipulaciones de la Constitución sobre el sistema político de China. Igualmente cabe destacar, un sistema socialista en la que todo el poder pertenece al pueblo; existe un centralismo democrático como principio de organización de aparato estatal; las fuerzas armadas son del pueblo participando en la organización de milicia popular; derecho a elegir y derecho a ser elegidos; el poder de interpretar la Constitución incumbe al Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, así como el poder de reformarla; y lo más importante, el derecho de libertad de pensamiento y palabra, libertad de creencia religiosa, libertad de personal inviolable, libertad de comunicación, así como, el derecho a formular críticas y sugerencias. Estos son algunos de los principios que encierra la Constitución, que junto a las acciones como el ejemplo de Xiaobo nos ayudan a entender un poco mejor el sistema de funcionamiento político en China.
Este extenso país en estos momentos dista mucho de ser un ejemplo para todas las naciones. Debería de estar orgullosa de que un propio ciudadano sea capaz de contribuir a algo que anhelan todos los países del mundo, LA PAZ. Y así como hace treinta años abrió sus puertas a una economía, igualmente debería abrirse al libre mercado de las ideas, y hacia una libre expresión.
Unos días antes de la publicación de la “Carta 08”, Liu fue detenido y condenado a 11 años de prisión. Liu, uno de los autores de este manifiesto rubricado por otros 303 intelectuales y artistas de su país en 2008 pedían al Gobierno de la segunda potencia económica que aplicara derechos recogidos en la Constitución china, como la libertad de prensa y de expresión, el multipartidismo o la protección del medio ambiente, en conclusión, documentaba una reclamación hacia una reforma democrática afirmando que “las autoridades actúan a su antojo”. Este documento con 20.000 firmas acumuladas estaba inspirado en la “Carta 77”, que la oposición de la antigua Checoslovaquia redactó en 1977 y contribuyó a la caída del régimen comunista en 1989.
Es de suponer que en tiempos de globalización, con la correspondiente mundialización, que supone  un proceso en que los ciudadanos del mundo comparten una determinada experiencia, un determinado valor o un determinado bien; a diferencia de otros países, China debería contribuir hacia una mayor tolerancia, hacia una perspectiva más amplia en valores y derechos humanos, así como, a una mayor fraternidad entre naciones. Pero por el contrario, en situaciones como esta se hace patente la presión y la represión, el proteccionismo del país y la contribución a fomentar el activismo como si se tratara de un país anacrónico, pese al “gran progreso” que algunos afirman.
Me ha llamado mucho la atención el contenido de una noticia escrita por Ignacio Arechaga acerca del trato que reciben las mujeres, en este caso las niñas, en este país.
No olvidemos que las prácticas abortistas que se practican en China constituyen una de las mayores violaciones de los Derechos Humanos en el país, junto con el infanticidio selectivo de niñas. En esta noticia observo una autentica descripción del rechazo que sufren las niñas en China frente al orgullo de tener un hijo varón.
Sé que es cuestión de culturas, sé que en el fondo se barajan intereses económicos, sé que el varón lo consideran un pilar y a la mujer una carga; pero lo que se considera un reflejo de la pobreza, del subdesarrollo y del analfabetismo, resulta que está atribuido a la prosperidad y a la comodidad; ya que el dote de una hija implica un obstáculo en el ascenso social. No obstante, y aun siendo consciente de sus argumentaciones que justifican estos actos inmorales e inhumanos por excelencia, no dejo sino de hacerme una pregunta que sin duda estoy segura es la inquietud de muchas personas, que por el contrario si damos a la vida el valor que se merece: ¿existe en la mente humana alguna razón que fundamente y justifique el aborto provocado y el infanticidio?,¡Es imposible!, vivimos en siglo XXI, no puede existir razón alguna, y entonces ¿por qué ocurren estas cosas en Asia?. En fin, me gustaría saberlo.   
Hace unos días comenté este tema con una persona, y con respecto a la economía de China me habló de un artículo acerca de cómo la desigualdad del ingreso y la confusión económica en países europeos ha generado ciertas resistencias frente a la globalización.
Este hecho se traduce en proteccionismo teniendo en cuenta el tipo de moneda. Y es por esto, que Estados Unidos ejerce una gran presión en países como China para que revalúen su moneda, lo que provoca un populismo generalizado, es decir, un rechazo hacia las grandes economías. Esta misma persona, por su trabajo, posee gran experiencia en el campo de la exportación y en economía, por lo que me apuntó que, China que hasta estos años exportaba aproximadamente un 70% e importaba un 30%, observa que poco a poco va a necesitar un cambio radical para dar fuerza a su población que exige modernizarse. China cuenta con aproximadamente 1200/1300 millones de personas, de las cuales se piensa que unas 800 mil podrán seguir comprando cada vez más, ya que tienen cada vez más población ganando dinero. Y puede que ese 70/30 se convierta en un 30/70, lo que indica una fuerte demanda y una exportación cada vez menor. Estas expectativas de economistas y exportadores ayudarán a España en algún sector como en la agricultura. En el caso “satsumas”, en empresas como “gajos AGRICONSA” le ha faltado este año producto, porque China ha vendido en su mercado interior la mayoría de su producto 350.000 millones de Kg. (Lo mismo está ocurriendo con Brasil y la carne exportada). Son datos muy interesantes.
China ha comenzado a reducir sus exportaciones abriéndose a mayores compras, confiando en su mercado interno y con el apoyo del Estado chino a sus empresas. En este sentido, muchas de las empresas europeas radicadas en China con sus sedes se quejan y pretenden mayores cuotas de autonomía.
Lo que intento decir con esta aportación de datos económicos es que, este gran cambio económico debería servir de precedente a otros cambios tan necesarios o incluso más que el anterior.
Es curioso mencionar,  que en previsión de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Liu, el Gobierno chino publicó hace unos días un informe titulado “Progresos en los derechos humanos en China en 2009”, en el que asegura que el país ha avanzado en este campo, con la mejora del nivel de vida de sus ciudadanos. ¿Será cierto?, sabemos que Liu Xiaobo está en prisión, que su mujer tenía prohibido viajar al acto y que en Oslo había una silla vacía.
Todo esto es lo que se esconde detrás del Premio Nobel de la Paz, que seguramente es mucho más de lo que su nombre indica. El comité noruego considera que “existe una estrecha relación entre los derechos humanos y la paz. Estos derechos son prerrequisitos para la fraternidad entre naciones de la cual escribió Alfred Nobel en su testamento”. Pero,… la silla estaba vacía.
Para finalizar, solamente me aferro a aquello que nos hace libres o por lo menos intenta que el ser humano pueda sentir la sublimación de la individualidad. Me refiero a la capacidad y al poder de expresión. 
 Esta situación vivida de China aparentemente de ciencia-ficción no concierne a un país que es la segunda potencia mundial. Un país que no garantiza los derechos humanos, ni la libertad de expresión, ¿cómo puede mejorar sus conductas y procedimientos si es incapaz de escuchar?. Ningún gobierno debería arrasar de esta manera en el siglo XXI, porque cualquier avance económico o bienestar social parece absurdo si todas las palabras no pueden ser dichas. Si en los países occidentales, que se supone unas libertades y derechos humanos abundan los ejemplos que lo podían desmentir, no puedo imaginar vivir en la esencia de este país. Pienso que China está equivocada, que las voces como la de Liu Xiaobo que piden reformas democráticas, durante años se han esfumado, pero con lo sucedido en el Premio Nobel de la Paz han resurgido nuevas voces por todo el mundo. Bueno, más vale que sea por esto que por otros motivos más lamentables, pero que  sea. Esperemos que China reaccione.
Esta es una cita de Ayn Rand; una maravillosa escritora rusa de obras como “la rebelión de Atlas” (segundo libro más leído en EEUU después de la Biblia) y “el manantial” entre otros. Esta escritora en su juventud emigró a EEUU buscando la libertad individual.
“El hombre (cada hombre) es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por su propio esfuerzo, sin sacrificarse a otros ni sacrificar a otros para sí. La búsqueda de su propio interés racional y de su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida”.(*)
 (*) ANY RAND. Libro: “La rebelión de Atlas”. Pag. 19

viernes, 24 de febrero de 2012

Aprender para vivir, vivir para aprender

El sentido de la vida, que no consiste en ser el primero de la clase, ni tampoco el último. No consiste en ganar más dinero que nadie ni comprarse la casa más fabulosa del barrio, ni mucho menos ser famoso o envidiado. El verdadero sentido de la vida es abandonar este absurdo mundo siendo unos seres humanos comprensivos, lúcidos, generosos y honestos, unos seres humanos que se dedican a construir y no a destruir, que aman la justicia por encima de cualquier ley y hacen del respeto a los demás un compromiso que no admite fisuras. Y para conseguir todo eso sólo hay un camino: aprender.

Y para aprender sólo hay un rumbo: seguir las huellas de quienes nos precedieron, que a su vez han hecho lo mismo con sus guías y maestros. Aprender de todo y de todos, convertir cada día en una aventura sin límites que nos permita ensanchar hasta hacerlos desaparecer los horizontes de nuestra mente, tejer una telaraña de conocimientos que nos permita entender más y mejor a nuestros semejantes, y, de paso a nosotros mismos. Aprender cada lección que guarda la vida porque cada una de ellas es una marca que nos indica el camino de salida a nuestro laberinto de sentimientos, emociones y pensamientos a la deriva. Aprender para curarnos de la peste de la ignorancia, aprender para retrasar la demolición inevitable de nuestro cuerpo. Aprender para ayudar, desde nuestra necesaria insignificancia, a que la sociedad sea más respirable, menos contaminada por la peste del egoísmo, la codicia y la indiferencia. Y aprender, en fi n y por principio, para poder dejar un legado a quienes nos siguen con las lecciones, muchas o pocas, que dominemos y sintamos como nuestra savia vital.

Estoy usando siempre la palabra «aprender», que es la madre de otra con peor fama entre muchos de los que os sentáis en el pupitre: estudiar. No es lo mismo. Se puede estudiar sin aprender nada. Hace algún tiempo, una chica hizo prácticas de verano en el periódico donde trabajo y nos enseñó sus expediente académico con orgullo: estaba sembrado de sobresalientes y matrículas de honor. Sin embargo, día a día esa aspirante a periodista demostró que lo que había estudiado no servía absolutamente para nada, porque le faltaba aprender las asignaturas que no se imparte en ninguna facultad, y que son imprescindibles para esta profesión, y quizá para todas: curiosidad, ilusión, vocación, espíritu de sacrificio, afán de superación y pasión por la verdad. Ah, y se me olvidaba una de las más importantes: HUMILDAD. Su única aspiración era conseguir discos firmados de los cantantes a los que entrevistaba y, un día más cercano que pronto, presentar algún programa de televisión habitado por la basura del Gran Hermano o los Pocholos, Dinios y Cotos Matamoros de turno. Por supuesto, la chica de la que hablo rechazaba la paciencia como el peaje justo y necesario que hay que pagar para aprender una profesión paso a paso, y deseaba alcanzar sus metas lo antes posible, con lo que semejante estrategia conlleva de falta de escrúpulos y ausencia de respeto hacia sus compañeros. Está en juego algo más que un título universitario al fi nal del camino, y sólo cuando se es consciente de ello se puede dar al estudio el valor que realmente tiene, sin máscaras ni disfraces que sobornen nuestro entendimiento. Estudiar no es un peaje para aprobar los exámenes, librarse del agobio de los padres, tener más paga para el fin de semana o salvaguardar las vacaciones. Estudiar no es memorizar líneas como quien se traga el jarabe que sabe a rayos pero nos curará de la enfermedad, ni mucho menos emprender proyectos que detestamos sólo porque en la desembocadura nos espera la promesa de ganar mucho dinero o la palmadita en la espalda de unos padres empeñados en que sus hijos sigan los pasos que ellos marcan, y no los que sus propias necesidades vitales exigen. Estudiar no es una herramienta que se arroja a un lado cuando pensamos que ya ha cumplido con su función.

Estudiar, cuando nos sirve para aprender, es tan esencial para el ser humano como respirar, un gesto natural e instintivo que nos permite limar nuestras aristas, poner coto a nuestra ignorancia, buscar preguntas que nos permitan administrar las respuestas a las que podemos acceder desde nuestra insignificante presencia en el universo. Nunca podremos ser libres totalmente, porque la vida es como es y viene como viene, pero sí podemos agrandar y trasladar nuestras prisiones gracias a las palancas que ponen a disposición de nuestro entendimiento.

No es fácil, y nunca lo ha sido. La sociedad está montada para meternos prisa por llegar a la cumbre, nos exige decidirnos pronto por lo que queremos ser y hacer, nos pone contra las cuerdas en cuanto subimos al ring para desorientarnos con una oferta masiva de consumo desbocado y anzuelos con los que pescarnos en el río revuelto de las ganancias fáciles y contagiosas. Las empresas se aprovechan de los jóvenes, los gobiernos desconfían de ellos y las pantallas grandes y pequeñas se llenan de una fauna de miserables y carroñeros que, con su griterío ensordecedor y sus cuentas corrientes engordadas por la calumnia y la zafiedad, hipnotizan a una parte de la juventud camelada por el éxito fácil y barato. Los padres, mientras tanto, se mueven entre la confusión que les causan unos hijos a los que no entienden y la confesión de que no saben cómo comunicarse con ellos. Y los profesores forcejean cada día en cada aula por superar la frustración de asistir en primera fi la al tránsito de unas generaciones mal preparadas, indisciplinadas y cargadas de ruido, prisas e indiferencia.

Pero no es menos cierto que hay muchos jóvenes que nos llaman la atención porque luchan por lo que desean desde el silencio respetuoso y la duda combativa, jóvenes que luchan sin malas artes por sus sueños sin pisar a nadie, jóvenes que no malgastan ni un céntimo de la inversión que hacen sus padres en ellos, jóvenes que sacan provecho de todas las experiencias, buenas y malas, para ir aumentando poco a poco sus conocimientos y sus reconocimientos. Porque una de los grandes placeres de aprender es reconocerse, cruzarse en los libros con pensamientos, sentimientos o emociones que parecen escritos para nosotros en particular.

El aprendizaje sirve, entre otras cosas, para que nos conozcamos mejor a nosotros mismos, y al hacerlo iluminamos zonas cada vez más amplias de nuestro interior, entre ellas la que alberga respuestas a esas preguntas que nos atormentan desde muy pronto: qué quiero hacer en la vida, por qué, para qué y cómo. Si aprender es una sucesión inacabable de estaciones, el estudio es la vía que nos conduce a ellas. La independencia intelectual es el único camino que existe para decidir qué modelo de persona queremos adoptar en la vida, y por lo tanto el camino que nos puede conducir a él. Al aprender estudiando, dejamos de ser una mera acumulación de datos envasados al vacío con la simple intención de amasar dinero, y nos convertimos en alguien que aprecia lo que de bueno hay en la Humanidad y que entiende el estudio como un pacto no firmado pero indestructible con nuestra necesidad de pasar por este mundo dejando un huella que otros puedan seguir para aprender lo que nosotros aprendimos.

Tino Pertierra

Autor Literario

CARTA A UN ALUMNO

Hace unos días me dijiste, querido alumno, que era fácil la tarea de un profesor: “sólo tiene que explicar lo que ya sabe”. ¡Ay si tú supieras...!

¿No te he dicho nunca que la mayor parte de lo que te enseño lo aprendí sorteando los obstáculos contigo, creciendo yo también a tu lado?. La Universidad te muestra el sendero; pero el camino sólo se hace al andar.

Lograr que reconozcas los pronombres, que solventes una ecuación, que leas en inglés, o que valores la Ilustración, no me convierte en una buena educadora. En un mundo plagado de información, yo debo contribuir a tu formación.

Para que tú seas justo, yo debo ser ecuánime.

Para que seas tolerante, yo debo ser comprensiva.

Para que seas responsable, yo no puedo ser negligente.

Para que tú aprendas a quererte, yo debo darte ánimo.

Y, por encima de todo, debo ser paciente... ¡Muy paciente!

A veces me insinúas (en voz baja o sin palabras) que sea tu confidente, que interceda por ti o ¿qué sé yo!, porque tú, por pedir, que no quede. De pequeño, te abracé y calmé tu llanto al entrar por vez primera en el aula; al crecer, aumentaron mis exigencias y tus reproches; en la adolescencia, sosegué tu ímpetu; y ahora te encamino hacia más altos vuelos, lejos de mí. Si alguna vez me asalta la tentación de tirar la toalla, viene a mi memoria aquella sentencia implacable del Principito: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. ¿Conoces a Khalil Gibran? Es un poeta libanés. Espero no ser presuntuosa si ahora atribuyo a los profesores unas frases que él dedica a los padres: “Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como fl echas vivientes, son impulsados hacia lo lejos. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como Él ama la fl echa que vuela, ama también la estabilidad del arco y su constancia”. Cuídate mucho, querido alumno, ahora que me dejas, y sabe que tu recuerdo y gratitud son mi mejor recompensa.

Una profesora

Margarita González Canga

Jefa del Departamento de Sociales

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